Hermanos de la Sagrada Familia

PASCUA DEL H. BERNARDINO MOLPECERES.

En la mañana del 5 de noviembre, nos sorprendió el repentino fallecimiento en Valladolid de nuestro H. Bernardino.

Transcribimos el texto que sirvió de introducción a la Eucaristía en el día de su funeral.

Querido H. Bernardino. Hace unos meses, cuando terminábamos la entrevista de la visita canónica, recuerdo que te pregunté si querías comentar algún tema más, y con toda naturalidad comentaste que querías que habláramos del momento final, de tu preocupación por estar preparado para ello, del cielo prometido…. Aquí nos tienes, Bernardino, convencidos de que ya has experimentado ese esperado encuentro que ha dado sentido a tu dilatada vida y misión.

Han sido 76 años de vida consagrada y entregada a tu vocación de Hermano, a tu vivir la vida religiosa desde la misión y la creatividad puesta en práctica. Tu extensa labor como reclutador de nuestra Provincia y tu dedicación y empeño a esa dura tarea te convirtieron en referente de muchos Hermanos y de muchas familias, que vieron en ti la misma voz de Jesús que invitaba a seguirle desde la vocación de Hermano.

Nunca escondiste tus humildes orígenes, y no dudabas en compartir chanzas y aventuras, hasta me atrevería a decir que algunas de tus anécdotas son ya parte de la historia provincial, como la forma de ablandar los melones en el carro o la de combatir el calor metido en una bañera… así eras, tan humano y tan Hermano.

Quiero que sepas que la soledad que nos deja tu partida, se llena de esperanza al saber que tu eterna presencia en brazos del Padre, junto a la Sagrada Familia y al H. Gabriel, es nuestra garantía de contar con un Hermano más que nos cuida y nos mira desde la eternidad como aquel que ha recibido la corona merecida. Y mira a ver si nos ayudas con las vocaciones, tú que siempre has tenido buena mano con ese tema.

Me gustaría terminar con unas palabras recogidas del Prólogo de nuestras Constituciones, sabiendo que hoy nos hablan de ti.

Hermano, tu vida es una palabra,

tu ser una oración.

Que tu acción y tus palabras

marchen en convergencia

hacia el encuentro diario

con Quien te ha escogido y amado.

 

En el vivo encuentro de cada día

déjate transformar por Cristo,

comida y bebida de tu existencia.

No pongas ningún obstáculo.

 

Vive intensamente el deseo

del encuentro esperado más allá del tiempo,

aguardándole fielmente.

De este modo tu vida hará digno de crédito el amor de Dios.

Gracias, H. Bernardino por tu vida entregada, por tu fidelidad y por tu presencia.

 

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