En la primera oración de la reunión del Precapítulo aparecía la imagen de los “camilleros” del paralítico, capaces de romper tejados para llegar a Jesús.
Enséñanos, “Señor de las alturas”: a llevar camillas, a romper los techos, a arrancar esquemas para sentir tu aliento, y a no rendirnos nunca, aunque el dolor sea cierto.
Concédenos tu luz, “Señor de la esperanza”: para encontrar caminos, para agujerear lo viejo, para meternos dentro, para sanar lo enfermo, para arriesgar la vida porque te hiciste nuestro.
Convéncenos, “Jesús de los sin techo”: que por ahí se entra para encontrarte dentro, que tus caminos son, si los hacemos nuevos y que tu amor perdona sin preguntar primero.
Conviértenos, “Jesús del paralítico”: en amigos recios, en comunidad de hechos, en aliados tuyos para extender tu Reino y que tu voz palpite sobre murmullo ajeno.
Perdónanos, “Señor de parihuelas”: por olvidar, por desdeñar, por criticar y postergar, por cegar portones a tu bondad a ciegas y arrinconar tu fuerza por conservar las tejas.
Que tu amor sea siempre lo que nos mueva dentro…